martes, 8 de diciembre de 2009


De recuerdos. Dicen que vivimos de recuerdos. Y sí, puede que tengan razón, ¿por qué no?Tampoco es bueno vivir todo contemporáneamente. Siempre con el ‘ahora’ y olvidando el ayer.También nos tildan de sufridos. Y también tienen razón.¿Cómo no ser sufridos si esperamos mucho tiempo?8.12.2009 16:27
Cada fin de semana, aunque quieras ignorarlo, no importa, igual querés saber como le fue. Si ganó o perdió, si jugó bien o no.
Después, el azúcar o la hiel. Siempre fue así. O arriba de un monumento o hundido en el fondo del mar.

Pero bueno, quien no tiene sus rayes, sus locuras.
Digamos que lo recibís de pibe y, junto con el chupete te cargan con el karma. Y lo llevás toda la vida encima porque no vas a cometer el sacrilegio de cambiar. Nunca. Marcado en el alma, pintado en el pecho.
¿Y, que vas a hacer en un país netamente futbolero, pasional y tanguero?
Y en rigor de verdad, es como el país y el tango.
Cuando todo anda sobre rieles la cosa pinta bien pero cuando comienzan los palos, se empieza a complicar, a rever defectos, a olvidar virtudes, a criticar.
Perón, Gardel, Kirchner, Fiorentino, Guillermito Fernández, Eladia Blazquez, Chico Novarro, Galtieri, Rubén Juarez, Francella, Ulises Dumont, Sergio Renán, José Colángelo, Leopoldo Federico, Person (Ratones Paranoicos), Mirtha Legrand, Andrés Gimenez (A.N.I.M.A.L.), Atilio Stampone, Horacio Acavallo, Fernando Lupiz, Lito Cruz, Guillermo Andino, la Alfano y hasta Macaya amagó un día a decirlo; un abanico que va del absurdo a lo trágico, de lo histórico a lo actual, del arte a la mediocridad.
Para mí es mi viejo, mi tío, mi hermano, son mis hijos y mi señora, son mis ahijados y mis primos, son mis sueños hechos añicos, mi esperanza que renace cada vez que piso tu casa.
Era el rito de salir, después de los ravioles del domingo, de la mano de papá, el tío y mi hermanito, desde Villa Echenagucía, Helguera y Gral. Pinedo, hacia las vías del tren. Allá caminar entre los vagones, saltar de durmiente en durmiente, hacer equilibrio en la vía hasta llegar, por detrás, al actual Pasaje Corbatta.
Es la emoción de verlo salir por el túnel; el gol del Chango retumbando en mis oídos y sentado en las rodillas de papá el día de mi séptimo cumpleaños; conmoverme al ver un pibe con la camiseta puesta; saltar con mi hijo a upa en la tribuna, comprarle un gorrito, una coca, el chori y ese conito de maníes sin pelar; la pizza de cancha; los papelitos bien cortaditos del diario de ayer; llenarme de luz con el verde del césped al entrar.
¿Cómo olvidarte? ¿Cómo reemplazarte? ¿Cómo no llorar cuando te fuiste al descenso? ¿Cómo no sentir que volaba cuando un 27 de diciembre de aquel 2001 se rompió, por fin, esa maleficio?

Y no me olvido de las tantas copas que ganó nuestro vecino de Avellaneda, que, aunque no lo creas sentí como propio ese orgullo nacional del que ellos hablaban. Para mi también era un orgullo que un equipo argentino fuera tan copero, tan campeón, tan pata-ancha en otros lugares como lo eran ellos. Y también sentí una sana envidia, ¿Por qué no? Si nosotros vivíamos penando….
Pero se dio el milagro. Se abrió el cielo en Colón y Alsina.
¿Cómo no llenar dos canchas al mismo tiempo si éramos muchas almas (las de ‘acá‘ y las de ‘allá’) que, apretujados en una tribuna, vimos como diste la vuelta olímpica y no entrábamos?
Y ahora me explico todo el despelote de ese diciembre fatídico.
La gente en las calles puteando a los gobernantes, un presidente escapando como una rata en helicóptero, ¡Rodríguez Saa presidiendo al país!, la clase política de siempre queriendo apoderarse una vez más de los restos de la torta, los milicos a los palos y balazos, el dólar arriba y los ahorros perdidos.

Pero, aunque intentaron robarnos la fiesta, igual no pudieron saquearnos el corazón.

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